Morena y México Libre: la democracia extraviada
Por Corrales I.
La inacabada democracia mexicana se niega a madurar. Aún siguen presentes los viejos vicios del partido de Estado que basó su permanencia en el poder en siete décadas del siglo pasado bajo el corporativismo, el clientelismo y la “dedocracia” (imposición de gobernantes).
El debate
hoy se centra sobre si México requiere más partidos –hoy siete-que subsanen los
grandes rezagos heredados cuando consumen anualmente más de siete mil millones
de pesos, no obstante, el derecho de asociación y organización que se consagra
en la Constitución Política Mexicana
Ambos modelos, uno puesto en marcha en el estado estatista de la década de los cuarentas, y el otro a partir del modelo neoliberador de finales de los ochentas, vuelve a poner hoy el dedo en la llaga respecto de la creación de nuevas organizaciones políticas.
La decisión del Instituto Nacional Electoral (INE) para no aprobar la conformación de cuatro de cinco organizaciones ciudadanas para obtener su registro como partido político nacional, entre ellas, México Libre, de Margarita Zavala; Redes Sociales Progresistas, aliados al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE); y Fuerza Social por México de la Confederación de Trabajadores y Empleados de México (CATEM), activó la estrategia política-electoral de Morena con miras al proceso federal 2021.
Solo
Encuentro Solidario obtuvo su registro pese a ser una organización aliada a
grupos religiosos.
Todas estas agrupaciones surgidas de la base de sus agremiados se habían manifestado a favor de la causa de la Cuarta Transformación y del presidente Andrés Manuel López Obrador, con un objetivo claro: erigirse como partidos políticos de cara al proceso electoral 2021 para acabar con la oposición –conservadores- a los que definido se encuentran “moralmente derrotados” al referirse al PAN, al PRI y al PRD.
En la revisión documental realizada por el INE se detectaron afiliaciones irregulares, intervención de grupos religiosos de distintas doctrinas y organizaciones gremiales, incluso se otorgaron dádivas para acreditar la asistencia de personas en las asambleas en franca violación al derecho de afiliación. Se suman las aportaciones irregulares a partir del 8 por ciento del total de los recursos reportados por las organizaciones consideradas como fuentes de financiamiento desconocidas, tan en boga hoy por los escándalos del pasado señalados a los partidos Morena, al PRI y al PAN.
Lo anterior avivó el encono entre la clase política y polarizó más el ambiente entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y el expresidente Felipe Calderón, quienes se han dedicado a dividir al país llevando como principal bandera a “los conservadores” vs “los populistas”.
Ideológicamente
posturas válidas si en torno a ellos subyace el bien común, el porvenir de la
población y el estado de derecho. Hasta ahora ambos han sido cuestionadas una
por la corrupción y la otra la ineficacia, sobre todo en tiempos de pandemia.
Al surgir Morena -tras la división de López Obrador con el Partido de la Revolución Democrática (PRD)- se convocó primero como un movimiento social radicalizado en la imagen del actual Presidente, que lo ha llevado, justamente, a tener conflictos internos como partido no institucionalizado, luego de no acordar una dirigencia partidista conforme a sus estatutos, precisamente por la actuación de los grupos sociales aglutinados como tribus que le dieron vida.
México Libre debe demostrar ante el Tribunal Electoral que sus aportantes fueron lícitos, pero ello no cambiará el desprestigio de la familia Calderón a partir de la narrativa generada por AMLO y el presunto fraude electoral y la aprehensión de Genaro García Luna, principalmente por la guerra emprendida para combatir a la delincuencia organizada que dejó miles de muertos.
Así, México
se perfila a un nuevo reto en su democracia ya no tan reciente y hoy más que
nunca extraviada, desordena, confusa y trastocada por los grupos de interés
político.